El esqui extremo ha sufrido en la última década un profundo cambio. De ser una disciplina que consistía en adentrarse en la hostilidad de la naturaleza para descubrirla y ponía a prueba los límites humanos, se transformó en un estilo de saltos de gran peligrosidad, inverosímiles, circenses podría decirse; realizados en un camino que traza el propio esquiador al bajar una montaña sin seguir pistas.
El interés por descubrir e investigar que perseguía el esqui extremo en el pasado ha quedado de lado, dejando lugar a las acrobacias atléticas y el afán de competir.
La nueva modalidad puede ser practicada por cualquiera que posea conocimientos técnicos, excelente estado físico y la actitud mental necesaria
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